LA COPA QUE NADIE QUERÍA JUGAR

Los 80′ en Inglaterra fueron unos años complicados en lo político, donde planeaba la figura de Margaret Thatcher y donde emergían lo que el periodista Andrew Marr llamó las dos Gran Bretañas, una forma como otra cualquiera de señalar que los ricos se estaban haciendo más ricos y los pobres se hundían todavía más en el fango, viendo como sus sueldos caían hasta un 17%.

En otro espectro de lo social, Inglaterra y su fútbol no habían sabido frenar convenientemente lo que los medios fueron a llamar la enfermedad británica. Los años 80′ serían el caldo de cultivo idóneo para un fenómeno que se presentó debidamente en los años previos y posteriores al Mundial de 1966 que se llevaron los Three Lions tras tumbar a la Alemania Federal en Wembley.

A mediados de la década todo iba a estallar en mil pedazos y la explosión sería retransmitida en directo para un buen número de espectadores cuyo único interés era el de ver a su equipo levantar la prestigiosa Copa de Europa.

Una nueva y tibia legislación hizo acto de presencia después de que el 11 de mayo de 1985, durante el encuentro entre el Bradford City y el Lincoln City en el estadio de Valley Parade, murieran 56 personas y 256 resultasen heridas a causa de un incendio en las tribunas, la peor tragedia del fútbol británico desde la muerte de 66 aficionados en Ibrox en 1971. Ese mismo día, y de ello se habla poco, una avalancha en St. Andrew’s debida a una pelea entre hinchas del Birmingham y el Leeds United, causó la muerte de Ian Hambridge, de 15 años, que acudía por primera vez a un partido de fútbol junto a su padre, quien después declararía que llevaba cuatro años sin pisar un campo por miedo a los violentos.

Así las cosas, las primeras leyes para mejorar la seguridad en los estadios ingleses no tenían como causa las salvajadas de los hooligans, sino un incendio mortal que ponía en evidencia el estado de algunos campos de la patria de Isabel II.

La Comisión Popplewell, encabezada por el juez Oliver Popplewell, llevó a la prohibición de los graderíos de madera y a la clausura de las tribunas consideradas potencialmente peligrosas. Medidas que actuaron de teloneras para lo que ocurriría dos semanas después en Heysel, durante la final europea entre Liverpool y Juventus el 29 de mayo de 1985.

En realidad, Inglaterra no se pondría seria hasta cuatro años después, cuando durante la semifinal de FA Cup entre el Liverpool y el Nottingham Forest el estadio de Hillsborough veía morir a 96 personas. Como ocurriría con el caso de Valley Parade, no fue una actuación directa de los ultras lo que llevó a dar un golpe sobre la mesa.

Fue entonces cuando el gobierno de la Dama de Hierro actuó con contundencia, elaborando el paquete de medidas denominado Informe Taylor y dictando la Football Spectators Act, que tenía como objetivo erradicar el hooliganismo y mejorar la seguridad en los estadios, una causa que había dejado a medias la Comisión Popplewell.

Sin embargo, el desolador panorama de Heysel -32 seguidores de la Juventus, cuatro belgas, dos franceses y un británico muertos- si llevó a la UEFA a tomar cartas en el asunto sin necesidad de esperar a una nueva tragedia.

La UEFA sancionó a los clubes ingleses sin poder disputar competiciones europeas durante cinco años -la sanción para el Liverpool fue de 10 años, aunque luego fue rebajada a seis- y se hizo hincapié en la necesidad de frenar el fenómeno hooligan que había dejado ya un buen número de lamentables actuaciones cada vez que se desplazaban a “animar” a sus equipos en las diferentes competiciones internacionales fuera de las Islas Británicas.

La sanción frenó el dominio inglés en el fútbol europeo, que había visto como entre 1976 y 1984 siete de las ocho Copas de Europa habían ido a las vitrinas de Liverpool (4), Nottingham Forest (2) y Aston Villa (1).

A la pérdida de prestigio se sumó el golpe económico que suponía la no competencia en Europa, pero también el poco interés que mostraba la televisión, cuya oferta para la retransmisión de partidos no pasó de los 17 millones de libras, alegando que la gente en aquel momento prefería ver el campeonato de billar. No se emitiría fútbol hasta enero de 1986.

Con este panorama, alguien pensó que lo que necesitaba Inglaterra era más fútbol, aún conociendo otros datos como el descenso de espectadores, que caería a 16.5 millones en la temporada 1985/86, una preocupante cifra si la comparamos, por ejemplo, con los 41.3 millones registrados en la 1948/49, en la etapa de la posguerra.

Cuando la idea de una nueva competición llegó a oídos de Graham Kelly, cabeza visible de la Football League y la FA desde finales de los 70 a finales de los 90, este se encontraba en Downing Street anguantando el chaparrón de la Thatcher sobre el torbellino que había hecho tambalearse los cimientos del fútbol inglés. No dio crédito al plan, pero, inexplicablemente, el nuevo torneo para pasar el trago de la sanción UEFA acabaría viendo la luz.

La Full Members Cup, nombre genérico del campeonato que luego fue, por motivos de patrocinio, Simod Cup (de 1987 a 1989) y Zenith Data Systems Cup (de 1989 a 1992), arrancó en 1985 para los equipos de la First y la Second Division. Participaron 21 clubes: 5 (de 16) de Primera y 16 (de 22) de Segunda.

Los cinco equipos de la First Division fueron Chelsea, Coventry, Manchester City, Oxford y West Brom, si tenemos en cuenta que cuatro de los grandes, entonces en puestos europeos, como Liverpool, Everton, Tottenham y Manchester United habían entrado a otra curiosa competición que se llamó Football League Super Cup.

Conocida por el nombre que le dio su patrocinador, ScreenSport Super Cup (pequeño canal deportivo de televisión que se fusionaría en 1993 con Eurosport), el torneo surgió del mismo modo que lo había hecho la Full Members Cup, para llenar el vacío que dejaba la sanción de la UEFA, pero el campeonato únicamente se mantuvo en pie una temporada al considerarse que Inglaterra ya tenía demasiadas copas en marcha. La efímera ScreenSport Super Cup la ganó el Liverpool al Everton en una final de ida y vuelta (3-1 y 1-4).

A pesar de las reticencias de algunos equipos (el Arsenal, por ejemplo, no participó en ninguna de las siete ediciones), la Full Members Cup inició su andadura envuelta en un increíble manto de optimismo que siguió cubriendo los ojos de sus ideólogos, Ken Bates y Ron Noades, incluso cuando las cifras de asistencia a varios de los partidos golpeaban con crudeza. Por ejemplo, al duelo que enfrentó al Manchester City con el Leeds United en Maine Road (6-1), acudieron poco más de 4.000 espectadores.

Evidentemente, aquellos números se podían tirar fácilmente por los suelos cuando la asistencia a la primera final de la competición en Wembley entre Chelsea y Manchester City (5-4) reunió a mas de 67.200 espectadores o cuando el derbi de Sheffield que se vivió en la temporada 1989/90 juntó a 30.500 personas en Hillsborough, alcanzando sus mejores cifras con la final de la edición de 1989/90 que enfrentó a Chelsea y Middlesbrough (1-0) y que congregó a 76.369 espectadores, un mayor número de público que el que se dio cita para la final de la League Cup de aquella misma temporada.

La Copa vio como se incrementaba su número de participantes de 21 a los 40 que tuvo de 1987 a 1989 a pesar de que nadie la quería. Y aunque personajes de la talla de Howard Kendall tuviesen complicaciones para recordar su nombre cuando Zenith Data Systems se hizo cargo del patrocinio, el torneo se mantuvo en pie hasta la temporada 1991/92.

Esta anti-Copa de Europa fue, sobre todo, el lugar idóneo para que equipos de menor categoría coleccionasen momentos de gloria. Así, por ejemplo, la Full Members Cup la ganaron Blackburn Rovers (1987), Reading (1988) o Crystal Palace (1991) y otros como Charlton Athletic o Luton Town acabaron como subcampeones.

La década de los 90′ no solo trajo el final de la Guerra Fría. Con ella llegaron la caída de Margaret Thatcher, a la que sucedió John Major, las lágrimas de Gascoigne, la llegada del britpop (y en el otro extremo de las Spice Girls), el éxito internacional de Hugh Grant o la muerte de Lady Di. También, por supuesto, la concepción y el nacimiento de la Premier League, el nuevo modelo de negocio futbolístico que pondría a Inglaterra en el punto de mira y que acabaría por enterrar a la Full Members o Simod o Zenith Data Systems Cup, el último torneo bizarro de las Islas.