EMIRATOS Y EL PASAPORTE DE COMOROS, EXTRAÑA SIMBIOSIS

Ahmed Abdulla Jshak y Nasser Mahmoud Noor. Nombres que, lógicamente, no te sonarán a nada. Son los dos comorenses que juegan actualmente en la Arabian Gulf League. El primero en un candidato al título como Shabab Al Ahli Dubai a las órdenes de Rodolfo Arruabarrena. El segundo, en Al Wasl. Pero, ¿qué tienen de especial? La historia detrás de su nacionalidad.

Nos acercamos a nuestra máquina del tiempo. Estamos en la zona del Golfo Arábigo y a mediados del siglo pasado. Fueron años en los que, poco a poco, la influencia de Gran Bretaña iba perdiendo poder en la zona. Es la época en la que se forman y delimitan las fronteras de los países tal y como están hoy en día, como Kuwait, los Emiratos Árabes Unidos, Omán, incluso Arabia Saudí. Las fronteras, efectivamente, no son más que líneas imaginarias en un mapa, hasta que te encuentras con que ya no puedes pasar esa imaginaria línea libremente. Es lo que pasó con miles de nómadas del desierto Arábigo quienes vieron cómo su libertad de movimiento quedó restringida con el nacimiento de varios países, hechos que hicieron que estas personas quedaran atrapadas dentro del territorio de turno de manera circunstancial, sin pasaporte, sin nacionalidad. Son los conocidos como “Bidoon”.

Muchos de estos Bidoon quedaron dentro de los límites fronterizos de Emiratos cuando se estableció independientemente el país en 1971. Pero estar dentro de un país en su formación no supone ser nacional de ese país. De hecho, estos pueblos nómadas quedaron en un limbo. No son emiratíes, nos son tampoco omaníes ni kuwaitíes. Son apátridas. Gente sin pasaporte, sin nacionalidad, sin estatus jurídico. Son personas que están sin estar.

Ni siquiera en la actualidad el gobierno de Emiratos puede decir con exactitud cuántos Bidoon habitan dentro de sus fronteras. Hace poco más de 10 años, el país comenzó a plantear una solución a este problema. Obtener la ciudadanía emiratí, la de un país rico y potente, te da unos derechos y privilegios que ni siquiera están al alcance de muchos ciudadanos europeos. El gobierno quiso solucionar el problema pero sin dar la nacionalidad a aquel número estimado de 10.000 personas que solicitaron su regularización cuando se abrió el proceso. La solución estaba en un archipiélago del este de África.

En apenas un año más de 7.000 personas obtuvieron un pasaporte de Comoros. Habitantes de Emiratos que jamás habían estado en el archipiélago africano ni les unía ningún lazo familiar o laboral con el país consiguieron la ciudadanía. Sin embargo, en sus carteras lucían su pasaporte africano. La compensación del país asiático fue construir diversas infraestructuras en el país africano. Emiratos pagaba, mientras Comoros emitía pasaportes a desconocidos y varias empresas se beneficiaban del cobro por sus obras en el archipiélago. Aquello sería un total win-win de no poner en entredicho varios tratados internacionales y de nacionalidad. Además, meses después, Emiratos comenzó a depositar ingentes cantidades de dinero en el Banco Central de Comoros. Se estima que unos 4.000 euros por pasaporte concedido.

La situación para estos Bidoon ha mejorado en el sentido de que ahora pueden viajar y moverse libremente como antes de que se establecieran las fronteras. Sin embargo, siguen siendo, a efectos legales, nacionales de un país africano e inmigrantes en territorio emiratí. Pero, al fin y al cabo, nacionales de un país en el que nunca han estado y al que no les une nada más allá de una religión en común.

Comoros regala nacionalidad a cambio de dinero. Otros países como Vanuatu o Malta también tienen una legislación muy laxa en materia de conceder su nacionalidad. Aunque son casos totalmente diferentes y con un público objetivo que en nada se parece a estos Bidoon del Golfo Arábigo. Jshak y Noor son los primeros futbolistas con pasaporte de Comoros en la Arabian Gulf League.

Es probable que les sigan más dentro de unos años, engrosando un grupo de jugadores que uno jamás pensaría que podrían estar relacionados con un país al que es difícil ubicar en un mapa. Son, a fin de cuentas, extraños compañeros de viaje que han encontrado en el fútbol una manera de fortalecer una identidad que se ha visto contestada por elementos ajenos que la geopolítica ha sabido crear.