EL GOL DE SEÑOR SE GRITÓ ANTES QUE EL DE INIESTA, EL 12-1 A MALTA

Los acontecimientos deportivos son hijos de su contexto. La relación entre lo que pasa en la cancha puede ser consecuencia o causante de lo que pase a su alrededor. Es por ello que, para comprender la magnitud de un hito, es preciso analizar todo lo que ocurrió en su entorno. Las épocas de necesidad motivan de cara al futuro, de igual manera que un éxito deportivo sirve de bálsamo cuando la vida nos lleva por caminos fatigosos. Sin hacer alusión a la locución latina “panem et circenses”, la distancia entre lo que ocurre en el césped y nuestra vida diaria es menor de lo que creemos. No vamos a cebarnos con ejemplos del tipo, pero sin duda la gran muestra fue la actuación de Maradona contra Inglaterra en el año ´86. La misma no se hubiese mitificado tanto de no existir rendijas pasadas. Un pueblo entero se redimió gracias a una figura, la de “El Diego”, que ejemplifica a la perfección la relación entre deporte y cotidianidad.

España no es ajeno a ello y personificado en el fútbol, muchos de los éxitos deportivos más importantes del país se dieron en situaciones complicadas. El peligro de caer en aquello del pan y circo sigue latente, pero al final de cuentas para aquellos que viven apesadumbrados e incapaces de cambiar las desgracias de su alrededor, ver ganar a su equipo se antoja como un alivio. Es palpable la influencia que los logros deportivos tienen en nuestro día a día. Por poner un ejemplo, España, en el año 2010, se encontraba en el puesto 43 del ránking de felicidad. La crisis financiera que en España se arraigó con la explosión de la burbuja inmobiliaria propició que muchas familias pasaran por momentos difíciles. La rueda del destino quiso que ese año fuera el elegido para encumbrar a una generación de futbolistas en Sudáfrica. En julio de 2010, la selección española de fútbol se consagró campeona del mundo. La sensación durante semanas fue de celebración pese a los malos tragos que estaba atravesando el país. El deporte siempre influye y en los años ochenta, en España, la cosa no era muy distinta.

La revolución generacional de Miguel Muñoz en los ochenta

En esta ocasión es preciso viajar al pasado, a una España que trataba de cerrar las heridas del franquismo y trabajaba en conformar una democracia plena a la vanguardia de Europa. En los años ´80, el fútbol español apenas había tocado la gloria en 1964, de la mano de Villalonga, proclamándose campeones de la Eurocopa ejerciendo de anfitrión. A nivel de clubes, el gran abanderado del fútbol nacional era el Real Madrid, el cual llevaba tiempo sin brillar en Europa y también había perdido el trono en La Liga.

En 1982 se celebró en España el Mundial de Fútbol. Este acontecimiento marcaría a una generación, del mismo modo que diez años después lo harían los Juegos Olímpicos de Barcelona. Los españoles tenían algo por lo que ilusionarse, pero el rendimiento en el césped dejó mucho que desear. Tras clasificar segundos de grupos en la ronda previa, fueron eliminados acabando en último lugar en la siguiente fase por detrás de Inglaterra y Alemania. El global del torneo fue muy pobre, pues apenas lograron una victoria frente a Yugoslavia. En la clasificación general España terminó la 12º, certificando el “galardón” de ser la peor selección anfitriona hasta ese momento.

Este desempeño resintió a la afición española, que reclamaba un cambio generacional. José Emilio Santamaría fue el gran señalado, por lo que fue cesado de su cargo como seleccionador. Miguel Muñoz, veterano entrenador ex del Real Madrid, fue el elegido para su relevo. Muñoz brilló en su etapa como director técnico blanco, siendo el arquitecto durante 14 años. Bajo su dirección, la escuadra madridista cosechó nueve ligas y dos Copas de Europa. En su primera convocatoria con la selección, El País tituló: “Miguel Muñoz rejuvenece a la selección”. Ya que en su primer partido debutaron hasta siete jugadores. Grandes nombres como Juanito, López Ufarte, Alesanco, Zamora, Satrústegui o Perico Alonso fueron los grandes damnificados. Muchos de ellos jugaban en la Real Sociedad, bicampeona en los años ´81 y ´82. Pocos fueron los jugadores que superaron la criba: Arconada, Camacho, Víctor, Gallego, Santillana o Maceda. Una nueva era había comenzado.

Países Bajos, el gran rival en la fase de clasificación

El objetivo era la Eurocopa de 1984, que se celebraría en Francia. Para ello primero era necesario clasificarse. España quedó encuadrada en el grupo 7, donde Irlanda y Países Bajos eran los rivales más importantes. El grupo lo completaba Islandia y Malta. Hay que recordar que en el formato de la época la victoria sumaba dos puntos y que sólo el primer clasificado accedía a la fase final. El desarrollo de los partidos auguraban que el liderato del grupo iba a jugarse entre España y Países Bajos. La selección neerlandesa venía de una época gloriosa liderada por la generación de la Naranja Mecánica, que fue finalista en los mundiales del ´74 y ´78. En los ochenta estaba viviendo un proceso de reconstrucción, con nuevas caras como Ruud Gullit o Van Basten. El primer encuentro entre los dos se produjo en el Sánchez Pizjuán con una victoria local gracias a un solitario gol de Señor. En noviembre, España cayó en Rotterdam en su visita al combinado neerlandés. Pese a que Houtman adelantó a los suyos, Santillana igualó el choque permitiendo a España depender de sí misma. Pero Ruud Gullit dio la victoria, confirmando la ventaja de Países Bajos en la clasificación.

En diciembre Malta, la que en aquel momento era considerada la peor selección de Europa, iba a tener el honor de “decidir” qué selección iba a copar la primera plaza que daba acceso a la Eurocopa. El 17 de diciembre, Países Bajos recibió a Malta en un partido que ya traía cola desde el encuentro de ida. En la segunda jornada, en diciembre del año ´82, Malta debía de jugar como local frente a Países Bajos, pero una sanción le obligaba a jugar sus dos primeros partidos lejos de La Valetta.

En la primera jornada jugó en Messina, Italia y en el siguiente choque, la federación neerlandesa presionó para jugar en Aquisgrán, una región alemana cercana a los Países Bajos. Esto indignó a la RFEF, debido a que pese a jugar en un territorio neutral, el combinado de Kees Rijvers contaba con una gran ventaja, ya que jugaba en una falsa localía. La indignación se acentuó después de los estragos que pasó la selección española para superar a Malta en Ta’Qali, propiciados por el mal estado del césped. El resultado fue de 2-3, para los españoles. La reclamación de la RFEF, a pesar de su disputa con la KBV, cayó en saco roto y no fue analizada por la UEFA.

Es por ello, la importancia de la última jornada en la que España y Países Bajos recibían a Malta. El cuadro neerlandés arrolló en primer lugar a Malta, anotándole hasta cinco goles, poniendo pie y medio en la siguiente fase. Por lo que la situación, a falta de un partido, era muy complicada para los españoles. Países Bajos, con 13 puntos y un diferencia de más 16 goles, contaba con una excesiva ventaja frente a España que, con 11 puntos y apenas cinco goles de diferencia, necesitaba ganar a Malta por un total de once tantos a favor.

Los doce goles a Malta, el gran partido en el Benito Villamarín

Los días previos al partido daba la sensación de que era una gesta muy complicada. 1983 fue un año complicado para España. Se produjeron dos accidentes aéreos en los que fallecieron 181 y 93 personas. También la zona norte de la Península tuvo que lidiar con fuertes inundaciones que acabaron con la vida de hasta 34 personas. Asimismo se produjo un importante incendio en la discoteca Alcalá 20, muriendo 83 personas. A todo ello habría que sumarle la crisis de ETA, quienes habían acabado con la vida de 44 personas. A escasos días de poner punto y final a un nefasto año el partido no se recibió con la expectación que quizá merecía. Destacar también que escasos días antes de la disputa del partido se conoció que el trofeo Jules Rimet había sido robado de la sede de la Confederación Brasileña en Río.

Poli Rincón, jugador del Real Betis, fue el más optimista del grupo. Figuras como Santillana llegaron a declarar que lograr el pase sería “un milagro, ya que es una situación muy complicada”. Para amenizar la concentración, la selección española disfrutó de la proyección de la película “El Retorno del Jedi”, el episodio VI era en aquel año el gran estreno. Por el lado contrario, en Malta, se esperaba una gran goleada, pero nada comparado con once goles de diferencia. John Bonello, arquero maltés, afirmó que: “no volvería a mi país si me marcasen once goles”. La posibilidad de un posible amaño también estaba latente, por lo que tanto el capitán como el seleccionador, Victor Scerri, hablaron de honestidad siempre.

El partido, que se disputó en el Benito Villamarín, se engalanó para recibir a la selección española por primera vez en su historia. España, obligada a ganar por once goles de diferencia, comenzó con poco acierto, ya que Juan Señor mandó al palo un penalti nada más comenzar. Al cuarto de hora Santillana puso el primer gol en el marcador tras un gran remate de cabeza, su especialidad. Nueve minutos después Demanuelle igualó el choque en una desafortunada jugada que benefició a los malteses. Por suerte, España pudo revertir la situación y se marchó al descanso con un 3-1 a favor.

La segunda parte arrancó con la necesidad de anotar nueve goles. Al poco de arrancar el segundo acto llegaron dos goles más y después, en apenas cinco minutos, llegaron otros cuatro. En el 76’ y aún con tres goles por hacer, Degiorgio fue expulsado. Acto seguido vinieron los goles de Poli Rincón y Sarabia. A falta de diez minutos, España solo necesitaba un gol. En el 84’, Juan Señor enganchó un zurdazo que acabó al fondo de la red desatando la locura en el Villamarín. Señor, el que había fallado el primer penalti, se había redimido.

Para el recuerdo queda el gallo de José Ángel de la Casa al romperse la voz al gritar, en la histórica narración del gol de Señor. La euforia colectiva se instaló en el estadio, llegando incluso a producirse una invasión de césped. Hasta el marcador se mostraba incapaz de albergar tal cantidad de goles, debido a que superaron los dobles dígitos. El luminoso marcaba un erróneo 1-1. En las gradas empezó a sonar un cántico que al día siguiente acabó siendo portada en los periódicos: “Sí, sí, sí, España va a París”. La noche en la ciudad hispalense fue de total celebración. Miguel Muñoz señaló al acabar el choque: “Lo hemos conseguido, nadie daba un duro por nosotros. Es el día más feliz de mi vida”. De esta manera España confirmó su billete para la Eurocopa.

El legado de una hazaña histórica

En los días posteriores, las acusaciones de dopaje de los españoles por parte de los malteses coparon las informaciones. Algunos jugadores de Malta llegaron a declarar que los rivales tenían: “Una sospechosa espuma en la boca que les hacía beber agua sin parar”; a su vez trataron de excusarse afirmando que: “Les sentaron fatal unas rodajas de limón que se tomaron al descanso”. En los Países Bajos también se habló de amaño. Aún así, la UEFA no mostró demasiado interés en las acusaciones y nunca se demostró nada de juego sucio. El portero maltés, John Bonello, fue acusado en su país de haberse dejado comprar. El padre del actual portero de la selección de Malta afirmó que tuvo que necesitar ayuda profesional para superar las críticas.

Con el pase ganado de forma heroica, los chicos de Miguel Muñoz continuaron con su buen hacer en la Eurocopa de 1984, logrando un meritorio segundo puesto. Acabó primera de grupo por delante de Portugal, Alemania y Rumanía, además superó a Dinamarca en una semifinales agónicas que se resolvieron en los penaltis. En la final, un Platini inspirado, sumado a un grosero error de Arconada, acabó por decantar el partido de cara a los anfitriones, proclamándose campeones. En 1986, España realizó un gran Mundial, cayendo en los penaltis frente a Bélgica en los cuartos de final, después de clasificar invicta y acabar segunda en un grupo conformado por Brasil, Irlanda del Norte y Argelia. La Euro de 1988 sería la última con Miguel Muñoz en el cargo, ya que finalizaría el torneo con una discreta participación siendo eliminados en la primera fase.

De esta manera, se puso fin a una etapa que comenzó con el gol de Señor. El tiempo, caprichoso, quiso que la selección española deambulara entre los fracasos y decepciones durante más de dos décadas. Grandes generaciones de futbolistas veían como eran incapaces de devolver la gloria al fútbol español, hasta que en 2008 daría comienzo un lustro de éxitos para el recuerdo. Muchos de esos jugadores que ganaron en 2008 la Eurocopa, en 2010 el Mundial y en 2012 repitieron el título continental, apenas eran unos retoños cuando se produjo la goleada a Malta. Porque antes de los goles de Fernando Torres y de Iniesta, las paradas de Casillas, las exhibiciones de Xavi o las intervenciones de Puyol, estuvo el gol de Señor.

Fuentes: El País, Memorias de Fútbol, 20Minutos, Deportes con Historia