Por Delfina Corti
El 2 de diciembre de 2001 es una fecha romántica para los hinchas de Racing. El equipo de Mostaza Merlo recibía a River en un partido clave por el campeonato: le llevaba cinco puntos a falta de tres fechas para la finalización del Apertura 2001. Al empatar, encaraba holgado la recta final del torneo. Y así lo hizo: a falta de cuatro minutos para el final, Vitali desbordó por la derecha, mandó un centro que despejó mal Comizzo y Bedoya apareció en el centro del área para marcar el 1 a 1 definitivo.
Todos recuerdan aquel día: los hinchas de Racing, los hinchas de River y los hinchas del fútbol argentino. Lo que no se sabe es que siete meses antes de aquel partido, en el palo derecho de aquel arco, María Cristina Villanueva –socia de Racing– enterró las cenizas de su mamá Juanita.
Juanita iba a la cancha de Racing desde la década del 30, según recuerda su hija. “Yo empecé a ir al Cilindro en el 66, siempre con mi mamá. Íbamos a la tribuna de socias que en un comienzo estaba en la popular. Había una pared bajita que separaba la popular con el sector de mujeres. Después, con los años, se mudó a la platea”, recuerda Cristina.
El 3 de septiembre de 1950 Racing presentó su nuevo estadio, de cemento y con forma de cilindro. El Estadio Presidente Perón fue inaugurado en un partido en el que Racing le ganó a Vélez 1 a 0. Aquel día, donde hoy está el sector de discapacitados, había una pared que separaba la popular del sector de damas. Dos años después de su inauguración, la tribuna de mujeres se trasladó al sector de plateas, lugar que hoy aún conserva.
Durante varios años madre e hija fueron juntas a la cancha, hasta que el 29 de abril de 2001 Juanita murió. “Ella quería que la cremaran y la tiraran en Racing”, cuenta Cristina con la voz entrecortada por la emoción. Y así lo hizo: en mayo de 2001, enterró a su mamá en el palo derecho del arco en el que Racing ataca el segundo tiempo, en el arco donde Bedoya marcó el gol del empate frente a River.
Cristina recuerda que, durante todo el Apertura 2001, en la tribuna de socias de Racing se la recordó a Juanita: “En el sector de mujeres, aquel campeonato, rezamos por Merlo, por Racing y por Juanita. Incluso, cada vez que había una jugada brava todas gritábamos el nombre de mi mamá. No es casualidad que el gol de Bedoya haya sido en aquel arco y dirigido hacia aquel palo”.
La puerta 5 del Cilindro es propiedad de las socias de Racing y, durante años, fue un lugar donde las madres académicas llevaban a sus hijos.
En la década del 50, las familias llegaban temprano al estadio, desayunaban en conjunto y, en la previa, iban a la cancha a ver a la Tercera. Beatriz Piromalli, quien comenzó a ir al sector de damas con su mamá, recuerda sobre aquellos años: “Yo iba a jugar y ella era la que disfrutaba los partidos. Llevábamos almohadones porque los asientos eran de cemento, frazadas para taparnos las piernas, sanguchitos y leche caliente”.
El día en el que el Chango Cárdenas pateó desde veintiséis metros para que el arquero escocés John Fallon se estirara inútilmente, Betty García estaba trabajando en una fábrica de Avellaneda. Tenía 26 años y había regresado a Argentina el año anterior luego de ser jugadora de fútbol en Nacional de Montevideo.
Aquel título que consagró a Racing como Campeón del Mundo, Betty lo festejó sola. “No sabés cómo grité el gol del Chango. Nadie lo sabe porque el partido lo vi sola en la fábrica”, recuerda. Lo que nadie tampoco sabía, incluida Betty, es que cinco años después el Chango Cárdenas, Roberto Perfumo y Juan José Pizzuti estarían festejando los goles de Betty para La Academia, nombre que recibió el primer equipo de fútbol femenino del club.
Cuando Betty regresó del Mundial femenino de fútbol de 1971 –que fue organizado por empresarios y no por la FIFA–, recibió un llamado desde Avellaneda. Racing la quería como uno de los pilares para la formación del primer equipo de fútbol femenino del club. Betty, hincha académica, no lo dudó.
“El Chango Cárdenas era el padrino del equipo femenino de fútbol. Le gustaba cómo jugábamos. Él, Perfumo y Pizzuti nos fueron a ver en varios partidos, sobre todo en una gira que jugamos ambos planteles en San Luis”, recuerda Betty sobre sus años como jugadora de Racing.
Betty podría haber sido hincha de Independiente, confiesa. Su familia lo era y ella debería haber seguido ese mandato, pero se “enamoró de la camiseta”. Quizá porque no tenía con quién ir a la cancha es que pisó por primera vez el Cilindro a los 30 años cuando ya era jugadora de Racing.
Roberto Valverde, kinesiólogo del equipo femenino, les conseguía a sus jugadoras las entradas para ir a ver los partidos del masculino en el sector de socias. “Los partidos frente al Celtic los vi en la fábrica. Nunca imaginé que años después lo vería jugar al Chango en el Cilindro. Ni a él ni a Perfumo que era mi ídolo”.
La primera vez que Betty fue a la platea de mujeres junto al resto de las jugadoras, las hinchas de Racing marcaron el terreno. Recuerda que les preguntaron por qué no gritaban los goles o por qué no iban vestidas con la camiseta del club. Aquel día, Betty les respondió: “Somos el equipo femenino de fútbol y yo sí soy de Racing”. Las hinchas les pidieron perdón y se concentraron en el partido. Y, 50 años después, Betty cuenta la anécdota y las elogia con una carcajada. Eran tremendas, dice.
En el 2017, cuando la AFA les organizó un homenaje a las jugadoras del Mundial 71 y les pidió disculpas por haberlas invisibilizado, Víctor Blanco, presidente de Racing, le entregó un carnet honorario y la camiseta con su nombre. Ese año, Betty volvió a la cancha, a la tribuna de mujeres. “Me homenajearon como hincha, jugadora de Racing y la Selección. Yo voy al Cilindro y es mi casa”.
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A setenta años de la inauguración del Cilindro, a la platea de socias nunca dejaron de ir madres con hijos, pero desde hace algunos años se sumaron otras mujeres que encontraron en aquel sector su lugar en la cancha, un sitio donde se sienten contenidas, según confiesan.
“La tribuna de socias siempre fue un lugar tranquilo. Yo comencé a ir en los 80 con mis hijos. Se llevaba el mate, la canasta y, en el entretiempo, se compartían las masitas y facturas. Con los años, la mujer fue tomando más protagonismo y se fue incluyendo en otros sectores, pero aún están las que prefieren ese lugar y está bien que así sea”, cuenta Rosa Mavar, socia de Racing.
Y, detrás de cada logro deportivo del club, la puerta 5 del Cilindro esconde una infinidad de historias.
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El Polaco Bastía recibió en 2018 un reconocimiento por parte de la dirigencia del club. En la previa del partido frente a Colón, el mediocampista que fue campeón con Racing en 2001 recibió una placa y una remera de la filial de Polonia que lleva su nombre. Ese día, Beatriz Stembel fue la encargada de homenajear al Polaco. “Mis abuelos son polacos. Yo logro formar la filial polaca y por este motivo es que le entrego la remera aquel partido frente a Colón”, cuenta.
Beatriz nació en Gobernador Roca, una localidad misionera de diez mil habitantes. Su papá fue quien la hizo hincha de Racing. Francisco Stembel, hijo de polacos, era carpintero, agricultor y apicultor. Cada domingo, padre e hija se juntaban para escuchar juntos los partidos en una radio pequeña, de cuero y a batería porque en aquel momento no tenían electricidad.
Si Racing jugaba a la mañana, se subían juntos a un árbol para escuchar el partido y, mientras tanto, Francisco le contaba la historia de la Academia y de la yerba mate. “Por las tardes, escuchábamos los partidos en la carpintería mientras hacía los muebles de la Iglesia, del colegio donde yo estudiaba o los cajones para los muertos del pueblo”, recuerda Beatriz.
Esas mañanas y tardes de fútbol estaban acompañadas por un sanguche de chorizo que Francisco cocinaba o alfajores de miel caseros que hacía la mamá. El plan era ideal siempre y cuando Racing no jugara a la noche. “Ahí se iba la onda y no se escuchaba nada”, lamenta cincuenta años después.
La primera vez que Beatriz pisó el Cilindro fue en 1979, año en el que se instaló en Buenos Aires para vivir junto a su marido. Él fue quien la llevó por primera vez a la cancha de Racing. En aquellos años, iban juntos a la popular y así lo hicieron hasta que, en 2007, Beatriz se dio cuenta de que en una esquina de la cancha de Racing había una tribuna de mujeres.
“Yo ya tenía una edad determinada y se me complicaba estar parada todo el partido o llegar a los baños. Le dije a mi marido que iba a ir a la platea de socias para ver de qué se trataba. Los baños son un lujo y, en ese sector, se ve muy bien”, explica Beatriz.
Desde ese día, va a la tribuna de mujeres y se junta con su marido al final del partido. En 2008, Beatriz quiso ponerle un nombre al sector. No puede ser que esta platea no tenga una bandera que la identifique, pensó. “Locas de la Academia…Así fue como lo pensé”, dice. Cosió una bandera blanquiceleste y, en negro, pintó “Locademia femenina”. La bandera es un clásico en cada partido que se juega de local. En 2009, según cuenta, le pidieron el nombre para llamar así a los locales de Racing: “Y nadie me puede decir que no. Molina es testigo”.
Beatriz encontró su lugar en la tribuna de mujeres, así lo define. En 2016, formó parte de la creación de la Subcomisión de la Mujer y hoy es asambleísta por la mayoría. Según ella, quiere defender la voz de las mujeres en la cancha y que no exista la diferencia entre los hombres y las mujeres cuando de fútbol se trata.
Cuando hace algunos años se discutió en Racing la idea de unificar las tribunas y que no exista la platea de socias, Beatriz alzó la voz por todas: “Nos sentimos contenidas, es nuestro mundo y podemos hacer diferentes cosas que no haríamos en otro sector. Es un lugar único para mí y para el resto de las socias. En la tribuna de mujeres, ponemos el grito en el cielo”.